Pedro Florián*
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América Latina ha sido conocida
como uno de los territorios con mayores tasas de maltrato a las mujeres y
violencia doméstica, acompañado de esto se ha caracterizado por una
idiosincrasia profundamente machista, que ha marcado el proceso histórico de
estas en distintas formas. No obstante la participación dentro de las tasas de
empleo muestra una imagen distinta.
En primer lugar, las tasas de participación de
las mujeres han venido con un aumento
pequeño y constante que le ha dado un lugar cercano al 50%, además, es de tener
en cuenta que cerca de la mitad de la población total colombiana pertenece a
este sexo; por otro lado, no se puede ocultar que las condiciones laborales, no
sólo para las mismas sino para los hombres y personas de otros géneros han
mejorado considerablemente (entendido esto en términos absolutos y no con
categorías relativas, ya que estas muestran una tendencia totalmente diferente,
además omitiendo todos los problemas que han enfrentado los sindicatos en
Colombia y los problemas que afrontan
personas de diversidad sexual).
Tal como lo mencionan Baldion y
Sarmiento (2003) la introducción oficial de la mujer en el mercado laboral
cambio todo el panorama del trabajo asalariado en Colombia, aumentando su
participación en 1978 hasta en 2%, cosa que es relevante siendo todo un escenario
de participación que no evolucionaba de ninguna u otra forma, aquí vienen explicaciones
sobre el tema, tales como, el que las mujeres de una u otra forma si trabajaban,
sólo que sus derechos no se reconocían oficialmente, debido, también, al constante
problema del no reconocimiento de la labor de las mujeres campesinas y las amas
de casa, entre otros.
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| Tomado de MI VOZ COLOMBIA |
Éste último punto sobre las campesinas y las amas de casa es sin
duda el más importante de la concepción del mercado laboral femenino en
Colombia, pues a discusión de muchos y muchas feministas, el trabajo de las
mujeres (campesinas o no) en el hogar no es reconocido como una labor más,
cuando debería ser remunerada. Existen
varios argumentos para decir que el trabajo de ama de casa debería ser
reconocido como tal, uno de los más importante es que per se el cuidado de
niños y la preparación de alimentos, son labores de arduo trabajo y empeño de
tiempo. El problema ocurre cuando estas
labores se consideran “naturales” del
desempeño de las mujeres, es decir, así como no se le paga a las plantas por
hacer fotosíntesis, por qué ha de pagársele a las mujeres por trabajar en el
hogar, esta concepción es superficial, errónea y más si se considera que los
trabajos de contrato público o privados relacionados a la organización, la
limpieza, la preparación de comidas y el cuidado son efectuados en su mayoría por mujeres.
Es importante recalcar, las
labores de las mujeres que integran la población colombiana suelen ser
redondeadas por estos oficios, lo que está estrechamente relacionado con
desarrollo histórico machista que se mencionó en un principio y que ha
condicionado estas al desempeño de este
tipo de labores; cabe anotar, aunque se
hable de políticas incluyentes hacia la mujer en contextos tales como la
política y labores que en principio “no son femeninas”, se hace referencia a
mujeres de clase media-alta que lograron el acceso a educación superior y la
superaron con éxito (es decir sin deserción), de las cuales más del 50%
sobreviven al décimo semestre mientras que las mujeres que proceden de familias
con ingresos menores a 2 salarios mínimos no alcanzan el 40%[1]
comparado esto con la gran cantidad de mujeres que se rinden ante un sistema
económico que las condiciona para prestar servicios y rara vez o nunca para
jugar papeles de participación y cambio en el mismo[2].
En conclusión, entre la evolución
de la participación de las mujeres colombianas en el mercado laboral y una
verdadera caracterización del género, existe aún un largo trecho, para hablar
de equidad. Puesto que, si la participación ha aumentado, sigue siendo en los
mismos sectores que han marcado las concepciones machistas del país, ciencias
médicas, modelaje, aseo, secretariado, belleza, estética, ventas[3],
etc. Cuando la distribución de participación de las mujeres en la totalidad de
sectores de la economía tenga una relación equitativa (no es hablar de un
estricto 50-50) será plausible concluir un verdadero cambio y aumento de la
participación de la mujer en el mercado laboral.
*Miembro del Colectivo de Economía Estudiante de Economía FCE, Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá.
[1]Construido
con base en “Educacion Superior, Boletin N°14 febrero del 2010” http://www.mineducacion.gov.co/sistemasdeinformacion/1735/articles-254702_boletin_14.pdf
[2]
Los datos que arroja la Encuesta Nacional de Demografía y Salud(ENDS) del 2010
la mayor proporción de mujeres que trabajan solo poseen estudios de secundaria
sin completar.
[3]
Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud que realiza Profamilia “Las
ventas son la principal fuente de empleo de las mujeres, independientemente de
su nivel de riqueza y grado de educación”.


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