miércoles, 11 de junio de 2014

Crítica de la crítica al "pensamiento único" en economía política.*


Rémy Herrera.

Hoy cuando sigue siendo necesario retomar la crítica al fundamento político de la ciencia económica, aparecen nuevos aportes para continuar en la construcción de la ciencia social alternativa. Contribución para comprender el debate al que nos llama el profesor Nelson Fajardo. 


Antes de empezar este breve periplo a través de la economía política, contemplemos por un momento aquello que el mundo permite ver de sus desigualdades. El 20% más rico de la población mundial dispone del 83% de la riqueza producida total, mientras el 20% más pobre recibe solamente el 1%. El PNB per cápita es de 22.770 dólares en las economías de alta renta (925 millones de habitantes) contra 3.230 dólares en las economías del tercer mundo: África, América Latina, Asia y Europa del Este (5 mil millones de habitantes).

La diferencia de ingresos entre ejecutivos de firmas transnacionales y trabajadores del sector informal podría corresponder a una relación de uno contra decenas de miles en los EEUU, país cuya estructura de reparto de la renta (sin hablar de las desigualdades en la propiedad de los medios de producción) es casi tan desigual como en la India1.

Estos números prueban la polarización del sistema capitalista mundial, cuyas consecuencias en lo que concierne a la esperanza de vida para los pueblos de la periferia, y de manera general para las clases populares, trascienden las estadísticas sociales: la esperanza de vida es de 77 años en los países del Norte, contra 61 en Asia y 52 en el África subsahariana. Pero si bien revelan una situación de hecho, esos datos no proporcionan ningún instrumento de análisis para comprender la cadena de mecanismos que articulan a los mercados y organizaciones que generan esa polarización sistémica consustancial a la dinámica del capital, y que la reproducen a una escala cada vez más amplia. Esos instrumentos analíticos no pueden ser identificados fuera de la investigación teórica.

¿Qué se observa hoy en la investigación teórica? La prevalencia de una corriente de pensamiento que llamaremos "neoclásica-neoliberal-ortodoxa" que, frente a la realidad de las desigualdades, opta por excluirlas de su campo de visión por la negación, a partir de sus presupuestos, de la pertinencia de sus conceptos y métodos susceptibles de iluminar la polarización, y por la edificación compensatoria de un paradigma ficticio, hecho de equilibrios óptimos y de armonías imaginarias, con aspiraciones de ciencia y universalidad, pero siempre apologéticas de un capitalismo visto como el único concebible a la luz de la teoría y horizonte intraspasable de la historia.

Sería imposible a priori aceptar la existencia de un "pensamiento único" en economía política. Como parte del núcleo de las ciencias sociales que se ha institucionalizado en sus formaciones e investigaciones desde el siglo XIX, la economía es un campo donde la confrontación de los referentes teóricos es inherente al trabajo del investigador. Subsiste siempre un conflicto irreductible entre posiciones contrarias inconciliables, conflicto que hay que entender como el motor propulsor que permite a la disciplina desarrollarse y encontrar su sentido en la contradicción.

La acumulación de conocimientos económicos sólo puede efectuarse en torno a paradigmas excluyentes los unos de los otros. La zanja más profunda entre los economistas sigue siendo la que separa adeptos y adversarios del capitalismo, los que se detienen ante la crítica de su orden social y los que se comprometen en su crítica radical, rechazando la idea de la regulación de "un capitalismo de rostro humano".

Pese a que la idea de un "pensamiento único" no sea aceptable en economía política, la imagen de tal pensamiento, de contornos economicistas, es denunciada mediáticamente por algunos. Ignacio Ramonet, por ejemplo, hostigaba a mediados de los años 90 esa "traducción en términos ideológicos, aspirando a la universalidad de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capitalismo internacional"2 que sofoca "el raciocinio rebelde" e instaura un "régimen globalitario". La paradoja -y para nosotros el interés de esta polémica mediática- viene en realidad de que la expresión sobrepasó en mucho las ambiciones de sus creadores, al punto de hacerse uno de los temas recurrentes del discurso de los que ella precisamente pretendía condenar.

Greenspan, Presidente de la Reserva Estatal de los EEUU, advierte a los mercados contra su "exuberante irracionalidad"; Stiglitz, Jefe de los economistas del Banco Mundial, pretendía "regular los flujos financieros"; e incluso Soros, el especulador y dirigente de grupos financieros, alimenta la esperanza de que "todavía sea posible salvar al capitalismo del neoliberalismo".

Si el pensamiento único neoliberal se fundió tan rápidamente con el de sus "adversarios", ha sido porque los ataques de éstos dejan intacto lo esencial: la perpetuación del sistema mundial capitalista (más allá del perfeccionamiento de sus formas) y la permanencia de la hegemonía estadounidense (más allá de una reorganización de sus fuerzas). Porque las condenas al pensamiento único fueron siempre las de un anti-neoliberalismo y nunca las de un anti-capitalismo. Al censurar en su análisis cualquier referencia teórica a la explotación y a las clases, a la apropiación social de los medios de producción, a la construcción de una sociedad socialmente democrática, a la lucha contra el imperialismo... (¿estará todo ello tan "superado" hoy?) ¿no se vacía simultáneamente -pregunto- el debate de toda posibilidad de elaborar propuestas de transformación radical del orden económico mundial neoliberal?3

En estas condiciones el pensamiento único no debería ser comprendido sino como pensamiento único del capitalismo, o sea, lo que Marx y Engels llamaban "ideología dominante de la clase dominante". Es posible sacar de la cripta una historia de los pensamientos únicos del capitalismo que se han sucedido desde que la ciencia económica se autonomizó e institucionalizó en un espacio-tiempo preciso (en el siglo XIX y en el centro del sistema mundial Europa Occidental / América del Norte). Esa historia empieza con el pensamiento único burgués forjado en el siglo XIX, la ideología "clásica" del liberalismo, la de los pequeños propietarios fieles a los principios de la preponderancia de los mercados (autoregulados) y de la libre concurrencia (anti- monopolio) -pensamiento de la "civilización burguesa" que supo hacerse la de los "derechos del hombre" en el discurso, al mismo tiempo que aceptaba la colonización europea y el racismo blanco en acción. Este pensamiento tuvo continuidad en el "liberalismo monopolista" de finales del siglo XIX a la Segunda Guerra Mundial, nacido de las mutaciones del capitalismo por la fusión de la banca y de la gran industria - pensamiento perfeccionado por la "democracia" burguesa con base en bloques políticos de clases, transformándose en el momento adecuado en fascismo cuando la clase obrera, conquistada por el comunismo, amenazó directamente su hegemonía.

A partir de 1945 y hasta el comienzo de los años 70, bajo las presiones convergentes de las victorias militares del Ejército Rojo, de las luchas sindicales y partidistas del proletariado occidental y de los éxitos de los movimientos populares periféricos anti- colonialistas, el pensamiento único del capitalismo se transformó en un "liberalismo nacional-social" que supo conciliar progreso social al Norte, y guerras coloniales de genocidio y apoyo criminal a dictaduras neofascistas y apoyos estatales sistemáticos a las estrategias imperialistas de las empresas transnacionales occidentales. La ofensiva actual de la ideología neoliberal, bajo los auspicios de las finanzas y cuyos dogmas son conocidos (estrategia anti-estatal agresiva y rigor salarial internamente; supremacía del dólar sobre el sistema monetario internacional, liberación de las transferencias de capitales y promoción del libre cambio, externamente) no es otra cosa que el producto intelectual resultante de grandes transformaciones de las relaciones sociales a escala mundial. Es la resultante de una relación de fuerzas en el terreno real de la producción que, recientemente, con brutalidad y de forma masiva, se ha alterado en beneficio del capital, sobre todo de su nueva fracción hegemónica: las finanzas.

Actualmente, la supremacía de los valores filosóficos y de las preferencias políticas neoliberales se expresa en Occidente en íntima vinculación con el predominio sobre la teoría económica, a través de la corriente neoclásica, cuya pretensión científica ha venido a reforzar el discurso del nuevo pensamiento único burgués del capitalismo. Pero este último, para imponerse como sistema de representaciones referencial y racional, necesita reescribir su propia historia como la única historia del pensamiento. Para eso, los autores de la corriente dominante tratan de atribuir a la teoría neoclásica y a la filosofía neoliberal prestigiosas filiaciones. La primera es inscrita de manera artificial y cómoda en la línea de la obra de los clásicos, a la cual de cierta forma daría lógicamente continuidad, superándola; la segunda es vinculada a las doctrinas elaboradas por los teóricos liberales de los siglos XVIII y XIX4. Esta reconstrucción de las historias de los pensamientos económico y filosófico se realiza por un movimiento de inversión -Marx hablaba del "efecto de cámara oscura"-. Rupturas fundamentales en la teoría (individualismo metodológico, teoría del valor, concepto de "equilibrio") son presentadas como continuidades (entre los clásicos y los neoclásicos), mientras continuidades teóricas fuertes (de los clásicos de Marx en especial) son tratadas como rupturas. Allí donde un análisis crítico profundo revela regresiones científicas en la historia de los pensamientos únicos burgueses del capitalismo, una narrativa histórico-mítica, ideológicamente construida, hará aparecer progresos. Al main stream no le quedará otro trabajo que no sea subrayar la riqueza de sus "nuevas teorías" cuando la investigación económica, cuya producción controla institucionalmente, no proporciona un mínimo resultado innovador significativo.

Este meticuloso trabajo de reconstrucción de la historia del pensamiento se destina fundamentalmente a garantizar, al margen de las divergencias teóricas profundas entre los diferentes pensamientos burgueses (clásicos/neoclásicos y liberales/neoliberales) la unidad propiamente ideológica entre todos los adeptos del capitalismo. Baste como ejemplo que cuando los autores burgueses contemporáneos (Friedrich von Hayek, Milton Friedman...) toman posición sobre la intervención del Estado en la atribución de recursos en la economía capitalista, es a un Turgot y a un Smith "no intervencionistas" a los que citan en apoyo de sus argumentos anti- estadistas (incluso en materia de educación). El problema es que ni Turgot ni Smith eran economistas "no intervencionistas"... Sería útil reconocer aquí las semejanzas existentes entre ese trabajo de inversión efectuado sobre la historia de las ideas y la tentativa fundamental, mucho más ambiciosa, simultánea, de inventar una historia de los acontecimientos (de la historia universal) hace mucho iniciada por los pensadores burgueses al servicio del capitalismo.

Invitamos a el lector a consultar, en lo que concierne a tal esfuerzo, a las notables contribuciones históricas de Martin Bernal (Black Athena) y de Cheik Anta Diop (Nation Négres et Culture, Civilisation et Barbarie)5. Nuestra intención no es denunciar una maquinación orquestada por el cinismo de ideólogos profesionales -cuyas construcciones en economía política no serían más que uno de sus engranajes-, sino enunciar las distorsiones introducidas y repetidas casi sin resistencia en la historia de las ideas y de los hechos (por inversiones e invenciones), sistemáticamente orientadas a beneficiar a las fuerzas dominantes del sistema mundial capitalista.

En lo que respecta específicamente a la economía, la difusión de los pensamientos únicos burgueses del capitalismo adquirió evidente eficacia con su cambio progresivo de "economía política" (siglo XVIII) a "economía pura" (siglo XX), y el punto de inflexión fue sin duda la construcción de la "economía política pura" de Walras (siglo XIX).

Los neoclásicos dominan hoy el campo económico con su modelo analítico standard (el modelo de equilibrio general de los mercados) y un estilo de discurso que excluye cualquier pensamiento discursivo (el formalismo matemático, que desde luego no es más que un lenguaje entre otros para el economista). El resultado es auténticamente catastrófico. Con un salto mortal los teóricos neoclásicos (cuya inmensa mayoría no recibió una verdadera formación matemática) que se esforzaban para desarrollar un conocimiento "objetivo" de la realidad social, volvieron a hundirse en lo que pretendían evitar: la especulación. La disciplina económica, falsamente apolítica, es muy concretamente dominada por una corriente hegemónica dogmática, de origen esencialmente norteamericano, que la encamina hacia una "ideología científica" o, lo que es peor, hacia "una ciencia-ficción económica" cuyo papel anti-social es transparente. La expresión "pensamiento único" que articula una pseudo filosofía política (neoliberal) de vocación universal para construir un proyecto societario (mundializado), ha sido escogida por las fuerzas actualmente dominantes del capitalismo para dar nombre a su misma ideología.

Notas

1. V. Informe del Banco Mundial sobre del Desarrollo en el Mundo, 1996.

2. I. Ramonet. "La Pensée Unique". Le Monde Diplomatique. París, enero de 1995.

3. V. Samir Amin y Rémy Herrera. "Le Sud Dans le systéme mondial en transformation", ponencia presentada en el Encuentro sobre la Globalización de la ANEC, La Habana, enero 2000.

4. Con Marx llamamos "clásicos" a los primeros economistas "científicos" (desde Petty y Boisguilbert). Por liberales designamos a los pensadores de la "sociedad liberal" (Hume, Smith, Turgot...).

5. De la misma manera, S. Kennedy y N. Chomsky supieron revelar con brillantez hechos no conocidos de la historia de EEUU (historia interna el primero, Introducción a la historia de la América racista, historia exterior el segundo, Los bastidores de la política del Tío Sam).

* Rémy Herrera es Investigador del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique), Universidad de París.
Traduccion de Miguel Urbano en 2001

*Tomado de:www.rebelion.org/hemeroteca/izquierda/030527herrera.htm

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